jueves, 6 de noviembre de 2008

Segundo Pedacito: de porqué se la comió y después embocó la misma cuchara

Se subió al tren del eterno naufragio confirmando que lo llevaría, eso y nada más, a la estación central de la ciudad de los zoológicos defenestrados. Nunca supo jamás que en ese tren no podía apoyar los pies sobre el asiento, y menos que menos pararse antes de tiempo al acercarse la parada. No supo, pero fue informado por el impretérito cartel de las mil caras de la prohibición. "Tablas de la ley un poroto", pensó y luego se persignó ante el Empire State de sus condensaciones. El tren demoró tres minutos desde la estación de Dover hasta la de Maplewood. Los humanoides se subieron en un lapso promedio de 43 segundos y el señor cobrador del tren violador se acercó hasta el naúfrago en pretención de su boleto. "Usted está viajando en hora pico, 1 dólar 75 por favor". El viajero comprendió por la cara que no era joda, ah no. Abrió su billetera, sacó el dinero, y se la entregó al capataz. Sintió por un momento que había sido violado por un estruendoso pene de esclavo lechoso, pero lo dejó pasar. Quedaban aún tres estaciones hasta llegar a la ciudad por lo cual cerró el orto y miró un rato por la ventana. Todo parecía transitar como en una pesadilla gomórrica de García Canclini hasta que por uno de esos polvos enigmáticos que se introdujo en su fosa, estornudó. Y lo hizo en inglés. Huchiou. 
Aún con un poco de baba en el anular levantó la cabeza en derrepencia y se percató de la injuria. Todos los modelitos habían alzado sus cabezas e inclinádolas hacia su asiento y como en un coro germánico de monjes dijeron a capella: Bless You, en una especie de ola verbal que empezó en el último vagón y acabó ensuciando la pared. 
Esa fue la primera vez que sintió los síntomas de su naufragio. En vísperas de estornudos o tropezones, o saludos o crisis atencionales o amistades o en compra de cigarrillos, todos, en Igualandia, tenían una reacción preparada, junto con un protocolar sistema de oralidades a emitir en caso de existencia. El viajero comprendió que ese no era un viaje sólo suyo; su viaje era un modelo de viajes ajenos y los carteles su denuncia. Decidió comérsela: agradeció la bendición planificada otorgándole la virtud de la espontaneidad que tanto clamaba. Luego se encontró aislado en una isla repleta y comprendió que gritar auxilio sólo traería más bendiciones.

3 comentarios:

Eugenia dijo...

para naufragar tienes que navegar. nunca escuché a un marinero hablar como tu, aunque siempre hay una primera vez.

Dormida dijo...

Hola Helena! Por qué hay que navegar para naufragar? Acaso no se puede estar sólo en un lugar lleno de gente? Acaso no se puede encallar donde no hay obstáculo alguno? acaso, el naufragio, no es más un sentimiento que un estado ? Muchas gracias por pasarte! Pasaré por tu blog intrigadísima! Saludos!

Eugenia dijo...

No se puede encallar donde no hay objeto alguno. Pueden pasar muchas otras cosas: hundirse, quedar a la deriva, etc. Encallar no, porque encallar requiere de otro objeto además del mar y el barco.
El naufragio un sentimiento, es el hundimiento de un barco. Genera si muchos sentimientos, ninguno de ellos los puedes conocer si no has corrido, al menos ligeramente, el riesgo de hundirte en en el mar.
Gracias por pasarte por mi blog.