Conceptualmente hablando una isla no está aislada de nada: es parte, rizomática y matrixial, de todo un mundo que la comprende, la abarca, la estaciona, la abaraja y la bañera. Es por eso que el naufragio en realidad no siempre emprende soledad ni abarca imaginarios clásicos o hollywoodenses que proliferan las publicidades no tradicionales de compañías como Fedex, UPS o Correos Uruguayos.
El naufragio en esta época está dado por una conexión/desconexión del ser mismo a sus partes y a sus contrapartes. El ser fragmentado que hizo de sus extensiones no sólo un emprendimiento hacia la robótica y a la fabricación de lavavajillas espaciales, sino una carrera genética de reproducción clónica de su ser dentro de su ser, se ve en conexión con todo el mundo porque sus partes ya no se contienen dentro de su propia materia corporal; y en desconexión, pues la dispersión de esa misma materia corporal, en fragmentos que ya no sólo no le pertenecen en exclusividad, sino que le pertenecen a tantos otros en simultaneidad, hace dificil el encuentro del sí al sí mismo.
Notamos que una consecuencia de esa satelización de las propias partes presenta una tendencia muy providencial en Igualandia: la obesidad como forma de extasis en la cual el ser humano se pierde en una búsqueda eterna de su cuerpo en su propio cuerpo, recurriendo como siempre al vicio impune de la reproducción y la repetición, creyendo que allí encontrará la solución por suma o multiplicación infinita, cuando en realidad, bien lo supo Deleuze, para buscar en la multiplicidad, siempre N menos uno.
La obesidad es un caso, ya lo analizó Baudrillard. El naufragio es otra cosa. Me refiero al naufragio en pos de una búsqueda de una categorización más emocional, no tan sólo académica. Pues los académicos - y gracias por ello- analizan y estudian estos hechos desde las bases que acarrean todas las índoles de pensamiento y todas las materias filosóficas que a través del tiempo han logrado formular lo que hoy en día se pinta de informulable. Pero lo hacen; y formulan, y categorizan y ayudan a comprender. Pero hay algo que falta en los autores de la posmodernidad. Nos tiran el puntapié del apocalipsis pero no tiran el centro de la acción. Y claro que no. Por un lado, porque se acabaron las utopías, bien lo explicaron. Por otro, porque la acción se conecta con el espíritu y el sentimiento, y ellos, como intelectuales, no navegan por esos ámbitos.
Yo por mi parte, como soy todavía muy ignorante en métodos analítico-filosóficos y todavía aún más ignorante en la cantidad de hojas que hay que devorar para poder hablar de algo, me guío por la intuición de que acá algo no anda bien y de que no vamos a mejorar a menos que entremos a ir para atrás, o para otro adelante. (Sigo en búsqueda del punto Cannetti, aquel que señala el momento en que todo se empezó a ir al carajo, si alguien lo encuentra ruego me avise). Me guío por la emoción porque me envicio con la televisión y con todos los medios que se me cruzan al igual que lo hacemos todos, pero camino por las calles de Igualandia y siento un olor a podrido que ya no es el olor de lo falso, de la mentira encerrada, del gato de la seducción que se escondió un día y nunca más se volvió a esconder. El olor, la peste, el veneno, es el de la realidad simulacro. El intercambio de un trueque insólito y poco rentable: Lo real por los signos de lo real. Así lo dijo Jean Baudrillard y así lo llamo yo. Hasta ahí somos todos intelectuales. Pero venga la emoción a iluminarnos y explicar porqué este fenómeno es tan insólito y a la vez tan poco detectable. Venga el naúfrago a contarnos más de la oralidad protocolar y la gestualidad planificada, de la amistad construída a base de cartulina y la realidad a base de pixeles y sentimientos inyectados en cuadrículas infinitas.
El naufragio es el abandono y es la ilusión de recuperación. Es la navegación por el sistema porque es en parte todos y es la bengala del auxilio de algo que dentro de uno clama en voz difónica: "Hey, tu, muchacho, una vez hubo algo que fue tu mismo, ve en búsqueda de sus restos". El naufragio es una isla entre los escombros de otras islas.