martes, 21 de abril de 2009

Sobre el trabajo expresivo-conceptual

Descubrir en las funciones del pensamiento y en las prácticas discursivo-emocionales formas de transición que refieren al espacio entre lo conceptual concreto y lo real -a nivel de lo percibido individualmente por lo sentimental- deriva en la conclusión de que un trabajo a este nivel podría, no sólo obtener las cualidades de vocación, sino que en definitiva envolvería a todo lo que respecta al ser a nivel de su filosofía y sus formas de vida -por no decir ideología, que sería tan sólo una dimensión de lo anterior-.
Las transiciones conceptuales pueden ser de tipo latente a nivel de los pensamientos, o pueden trasladarse a un nivel práctico y concluir entonces en algo nuevo a traves de una trasformación, no necesariamente volviéndose material. Un caso de transición consumada de lo conceptual a lo práctico serían las obras de arte creadas a partir de teorías filosóficas, generando un circuito circular en el cual lo conceptual nutre la obra de arte como práctica de expresión, y la práctica, a su vez, está nutrida a nivel del contenido conceptual, que lo pasa a definir a nivel de formas, o estructural.
En el plano de lo humano, no existe la necesidad de una práctica que traslade el concepto sino mas bien un gesto que delate una idea. Si tenemos en cuenta que el ser humano esta constantemente expresando es unicamente natural percibir que lo gestual, lo físico, lo corporal, está permanentemente haciendo esa traslación. El baile es tan sólo la expresion consciente de una traslación latente, o más que latente, existente en otros niveles de consciencia. El trabajo expresivo- conceptual entonces no pretende más que hacer que esa ultima traslación , de lo conceptual a lo físico, de la idea al gesto, del concepto al movimiento. Es un trabajo de observación: a la hora de recuperar información del gesto ya realizado y buscar el concepto que lo antecedió. Es un trabajo de transformación: a la hora de lograr la transición a partir del concepto y llegar a un movimiento, una obra de arte, una práctica de cualquier tipo que denote, en un plano de consciencia, que ha habido un premeditado intento de crear y transformar.
Estas formas no estan teñidas de soberbia. Son propias y compartibles pero no con la intención de imponerse. Pues no tienen propuesta ética: si hubiera que preguntar " Para qué sirve?", la respuesta no sería un plan de solución a los problemas del mundo. Ni una utopía a realizarse a partir de estas prácticas. No se adjudican ni siquiera la voluntad de creerse teoría o manifiesto o propuesta experimental. Son, sí, en mi caso, propuestas que al realizarse tanto en el nivel diario de lo humano como en el nivel esporádico de lo artistico, poseen la capacidad de hacerme sentir bien. Como si en lo mínimo del caos y de las grietas del ser, estos procesos fueran curativos o bien, marginales, nuevos, atractivos.
Si del gesto de un ser humano se retira un concepto, se refleja un trabajo de escucha y de atencion que en su profundidad retiene algo similar al amor, o a los rastros de él. Si en la mirada y el gesto se intuye el espectáculo de un intercambio de apertura tal que permite la expresión conceptual, entonces hay comunicación. Si la traslación de un individuo se focaliza en la transformación de una idea o un concepto, a un gesto, un movimiento, una mirada; y en el otro se recibe esa traslación ya consumada y se la vuelve a recuperar como concepto, a partir de la traslación del gesto recibido en concepto comprendido, entonces, no necesariamente estamos tan solos.

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